Con la intención de detener la rápida propagación de la enfermedad por coronavirus de 2019 (covid-19), en marzo de 2020 interrumpieron sus actividades más de 254 000 planteles y 30 millones de alumnos de educación básica (EB) y educación media superior (EMS). El sistema educativo mexicano debió ajustar sus procesos a fin de promover el aprendizaje en casa. Este hecho inédito representó un gran desafío para poco más de 1.6 millones de docentes que debieron preparar clases y materiales orientados a facilitar, en la medida de lo posible, la continuidad del proceso educativo.
Inició un nuevo ciclo escolar con encuentros que quedaron demorados, pero no interrumpidos, y con grandes lecciones aprendidas: la emoción de reconocer que se ha revalorado la tarea docente y el importante papel de las familias en el aprendizaje de sus hijos; la identificación de los alcances de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para el aprendizaje y la enseñanza; el reconocimiento de la trascendencia de la escuela como espacio irrenunciable de democratización, acogida y socialización.
Los cambios que vivimos nos colocan frente a múltiples retos y grandes oportunidades para pensar y afirmar el valor de la escuela, así como para reconocer los saberes de las y los docentes y su capacidad profesional y humana de organizarse en colectivos y asumir su protagonismo en la toma de decisiones educativas, a fin de contribuir a la educación como un proyecto igualitario, abierto a toda diversidad social, cultural y lingüística.
Los talleres recuperan la idea de un viaje que está contenido en algo muy cercano a la escuela: un cuaderno, como el recurso que posee la cualidad de mostrar lo que se enseña y lo que se aprende, sólo que en esta ocasión se presenta en un formato digital editable. Fueron diseñados con la convicción de que el aprendizaje y fortalecimiento de la docencia son principalmente resultado de la reflexión sobre la práctica y la deliberación situada de los maestros en su contexto, con sus colegas de centro de trabajo y de profesión.
Itinerario de los talleres
Se parte de la idea de que vincular el arte con la educación y las emociones es un proceso que aspira a la creación de saberes, desde la experiencia educativa, en el marco de colectivos docentes, en vista de la transformación educativa y social, en un tránsito desde el sujeto a la sociedad y viceversa.
Las emociones se abordan como movimientos que van y vienen, están en todos lados, se presentan e impulsan, están dentro y fuera. Son sociales, culturales y políticas, pertenecen menos al yo que al inconsciente y pueden ser comprendidas y transmutadas como potencia de vida cuando nos detenemos, las miramos y hablamos sobre ellas con nosotros mismos, o con otro que nos escucha y nos contiene (Didi-Huberman, 2016).
A su vez, el arte, como proceso vinculado a la totalidad de la vida, ha sido concebido en este taller como un instrumento para movilizar y sanar emociones, como un camino de autoconocimiento. Por su parte, el relato, oral o escrito, ocupa un lugar clave en el proceso de comprensión y elaboración de las emociones. El taller es un espacio que abre la posibilidad de que las experiencias que se compartan, individuales y colectivas, pueden ser sanadoras. Al mismo tiempo es en primera instancia un taller educativo, que se aleja de los procesos clínicos, desde enfoques como la arteterapia o terapia desde el arte.
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