
Al escuchar evaluación solemos pensar que se nos cuestionará lo que sabemos respecto a un tema y se nos asignará una calificación; también viene a nosotros la idea de que aquella es necesaria para ingresar a un nivel superior de estudios, o bien que se quieren conocer nuestras competencias. Estas implicaciones originan que nos pongamos nerviosos ante la sola palabra.
Sin embargo, la evaluación diagnóstica de la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu) es un instrumento que ayudó a nuestros docentes en la zona escolar núm. 12 de educación primaria, del municipio de Santa María del Oro, Nayarit, ofreciéndoles un abanico de oportunidades para conocer a sus alumnos, quienes en su mayoría no habían tenido un primer contacto directo con su maestra o maestro actual.
La zona en la que trabajo como asesor técnico pedagógico (ATP) está conformada por nueve escuelas: dos unitarias, dos bidocentes, dos tridocentes y tres de organización completa (dos con doce grupos y una con seis grupos). Es, pues, una zona de contexto en su mayoría multigrado; obviamente, cada centro de trabajo ─aunque comparta algunas características organizativas─ tiene sus especificidades únicas, con recursos variados y situaciones propias para desarrollar las prácticas educativas.
En la zona inició en julio de 2021 el taller virtual “Evaluación diagnóstica para los alumnos de educación básica”, dirigido a docentes. Se inscribieron treinta y nueve maestras y maestros, y setenta y cinco por ciento lo concluyó satisfactoriamente.

La zona escolar ya tenía las bases para aplicar la evaluación a estudiantes de segundo a sexto grados durante septiembre de 2021. Así pues, cada escuela se organizó para llevarla a cabo: en algunas se contó con apoyo económico de las familias para costear las hojas o fotocopias; en otras, se pudo solventar con los recursos materiales disponibles ─impresoras y hojas blancas─; en algunos casos profesoras y profesores asumieron los gastos de fotocopiado o impresión.
La forma de aplicación varió de acuerdo con el contexto y materiales de cada escuela, siempre con la vista puesta en aplicarla de forma correcta y respetar los estilos de niñas y niños para realizar la evaluación en un ambiente de confianza. En los once grupos de segundo grado cada estudiante tenía su cuadernillo para contestar. De tercero a sexto grados la aplicación fue diversa: las escuelas con más recursos imprimieron todo el cuadernillo junto con su hoja de respuestas, mientras que en otras sólo se repartió al alumnado la hoja de respuestas y se proyectaron las preguntas, dando un tiempo suficiente para responder. Cabe mencionar que las escuelas que imprimieron los cuadernillos los guardaron para una segunda aplicación, ya que se sabía que se aplicaría de nuevo en enero de 2022.

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